Informe de Coyuntura Nº12

Desde el conflicto agrario de 2008 el kirchnerismo enfrenta políticamente no sólo al capital financiero
internacional sino también a las dos fracciones de la oligarquía agropecuaria: los grupos económicos
locales y los grandes terratenientes pampeanos. De allí en adelante se pone en marcha un gobierno
nacional y popular que, en el marco de la crisis mundial que irrumpe en 2009, impulsó una serie de
medidas económicas cuyos objetivos procuraron: sostener el ritmo de la actividad económica y,
especialmente, proteger el ingreso y el nivel de empleo en los momentos álgidos de la crisis mundial; y
redefinir el estado neoliberal que se conformó a partir de la dictadura militar y provocó el colapso de los
sectores populares. 

Así, durante el último trimestre de 2008, cuando comenzó la actual crisis con epicentro en EE.UU. se
reestatizó el sistema jubilatorio, que luego permitió financiar políticas de largo plazo como la asignación
universal por hijo. En esta misma línea se encuentran también la ley de movilidad jubilatoria, la reforma
del Banco Central -que permitió establecer la obligación para que las entidades financieras destinen una
parte de sus depósitos a la inversión productiva-, el programa de vivienda (Pro. cre. ar Bicentenario), así
como la expropiación del 51% de las acciones de YPF y el Decreto 1.277/2012 que reimplanta la
regulación estatal en la producción, refinación y comercialización de hidrocarburos. Política esta última
que expresa un salto cualitativo en tanto alude a la presencia directa del Estado en la producción. Igual
orientación, aunque con distintos grados de eficacia en su implementación, asumió la política económica
de corto plazo como el plan de recuperación productiva durante la crisis mundial de 2009, la política
antiinflacionaria, el control cambiario y de las importaciones, etc. 

Esta redefinición estatal requiere para su éxito la implementación de políticas activas que aseguren una
presencia efectiva del Estado en la producción y aminoren el grado de concentración, extranjerización y
primarización de la economía.

No obstante, en 2012, ante el recrudecimiento de la crisis internacional, la política económica logró
éxitos relevantes: asegurar un elevado superávit de la balanza comercial (diapositiva 15); una
disminución notable de la utilidades giradas al exterior y de la fuga de capitales (diapositiva 17);
obtener un resultado primario de las cuentas públicas positivo, aunque no del total debido a la
importancia de los vencimientos de la deuda de ese año (diapositiva 25); impedir una reducción de la
tasa de empleo y un aumento de la de desocupación (diapositiva 27), así como del trabajo no registrado
a pesar de que sigue siendo muy elevado (diapositiva 28) y de la pobreza e indigencia (diapositivas 29 y
30).

De allí que haya culminado el año 2012 con una fuerte desaceleración económica y de las ventas
externas y de una estabilización de la tasa de inversión en torno del 22% (diapositivas 6, 8 y 9), pero
con un mercado interno robusto (por el rol del Estado y por la rigidez en las variables del mercado de
trabajo) que tuvo un papel relevante para que la desaceleración no se haya traducido en recesión. En
ese marco, es atendible que la elevada inflación (de origen “importado” y “oligopólico”) haya podido
realizarse, con sus efectos perniciosos en la apreciación real del tipo de cambio (diapositiva 11 y
16). No se trata, como afirma la ortodoxia, de “estanflación” sino de la intensificación de la puja
distributiva, con fuerte componente oligopólico (diapositiva 12), en un escenario de crecimiento del
mercado interno. 

Por último, es insoslayable mencionar que los logros de la política económica conviven con grandes
escollos que están relacionados con las propias contradicciones internas del gobierno para definir las
políticas de corto plazo e implementar las de largo plazo; con las políticas que se agotaron, que ya no
son acordes o directamente no hacen sino exacerbar el problema que intentan solucionar; a los
embates del establishment económico y social contra la nueva etapa del ciclo kirchnerista; con la
resistencia que despliegan los diferentes intereses vinculados al estado neoliberal; con la crisis de
representación no sólo en el sistema político sino también sindical; con la relevante fragmentación de
la clase trabajadora que persiste en la actualidad; etc.