Informe de Coyuntura Nº15
A pesar de la crisis mundial y las convulsiones domésticas en torno al tipo de cambio, la economía
argentina recuperó el ritmo de crecimiento económico, impulsado por la expansión del consumo
privado, la inversión y el gasto público. En 2013 el producto bruto interno creció casi el 5% y la tasa de
desocupación bajó al 6,4% en el último trimestre del año. Las dificultades que registra la economía
local no son, por ende, el resultado de problemas de crecimiento económico sino, más bien, del tipo de
crecimiento que se expresan en la irrupción de la “restricción externa” (escasez de divisas).
argentina recuperó el ritmo de crecimiento económico, impulsado por la expansión del consumo
privado, la inversión y el gasto público. En 2013 el producto bruto interno creció casi el 5% y la tasa de
desocupación bajó al 6,4% en el último trimestre del año. Las dificultades que registra la economía
local no son, por ende, el resultado de problemas de crecimiento económico sino, más bien, del tipo de
crecimiento que se expresan en la irrupción de la “restricción externa” (escasez de divisas).
Si bien las causas de la “restricción externa” reconocen raíces históricas asociadas a la “estructura
productiva desequilibrada” de la economía argentina, entre sus determinantes actuales inciden factores
coyunturales y estructurales de ciertas especificidades. En los primeros, de orden coyuntural, subyace
la retención de las ventas al exterior por parte -principalmente, aunque no exclusivamente- de
productores y exportadores que integran la cadena productiva del agro pampeano (problemas de
iliquidez). En los segundos, de carácter estructural, incide el tipo de crecimiento industrial en el marco
de la deslocalización de los procesos productivos a nivel mundial y la elevada concentración y
extranjerización que registra la economía argentina (problemas de insolvencia). De allí, que algunas de
las actividades claves que lideraron el crecimiento manufacturero en los últimos años son las que
exhiben el mayor déficit de la balanza comercial argentina como es el caso de la armaduría automotriz
y el enclave importador de Tierra del Fuego (a lo que se adiciona el creciente déficit energético), lo que
pone de manifiesto las escasas capacidades sustitutivas desarrolladas en esta etapa.
productiva desequilibrada” de la economía argentina, entre sus determinantes actuales inciden factores
coyunturales y estructurales de ciertas especificidades. En los primeros, de orden coyuntural, subyace
la retención de las ventas al exterior por parte -principalmente, aunque no exclusivamente- de
productores y exportadores que integran la cadena productiva del agro pampeano (problemas de
iliquidez). En los segundos, de carácter estructural, incide el tipo de crecimiento industrial en el marco
de la deslocalización de los procesos productivos a nivel mundial y la elevada concentración y
extranjerización que registra la economía argentina (problemas de insolvencia). De allí, que algunas de
las actividades claves que lideraron el crecimiento manufacturero en los últimos años son las que
exhiben el mayor déficit de la balanza comercial argentina como es el caso de la armaduría automotriz
y el enclave importador de Tierra del Fuego (a lo que se adiciona el creciente déficit energético), lo que
pone de manifiesto las escasas capacidades sustitutivas desarrolladas en esta etapa.
Desde esta perspectiva, la existencia de iliquidez estaría indicando problemas de corto plazo en el
sector externo vinculados al comportamiento de los mercados internacionales o la producción interna
(que derivaron en la retención de las exportaciones), mientras que la insolvencia estaría señalando la
existencia de restricciones estructurales de largo plazo relacionadas a las características de la
economía interna (que conllevaron un intenso aumento de las importaciones, además de diversos
episodios de fuga de capitales).
sector externo vinculados al comportamiento de los mercados internacionales o la producción interna
(que derivaron en la retención de las exportaciones), mientras que la insolvencia estaría señalando la
existencia de restricciones estructurales de largo plazo relacionadas a las características de la
economía interna (que conllevaron un intenso aumento de las importaciones, además de diversos
episodios de fuga de capitales).
Por su parte, las consecuencias de la “restricción externa” se expresan en la balanza de pagos.
Las exportaciones crecen menos que las importaciones, reduciéndose el excedente comercial que
había jugado un rol central en la provisión de divisas durante la última década. A ello se suma el
creciente pago de amortizaciones de capital y de intereses del endeudamiento externo, el saldo
deficitario en la cuenta de turismo y -en menor medida, aunque con crecientes habilitaciones en
2013- del giro de utilidades al exterior por parte de las filiales extranjeras a sus casas matrices. En
efecto, el flujo de divisas no alcanzó para cubrir su demanda, lo que provocó una aguda contracción
del stock de reservas.
Las exportaciones crecen menos que las importaciones, reduciéndose el excedente comercial que
había jugado un rol central en la provisión de divisas durante la última década. A ello se suma el
creciente pago de amortizaciones de capital y de intereses del endeudamiento externo, el saldo
deficitario en la cuenta de turismo y -en menor medida, aunque con crecientes habilitaciones en
2013- del giro de utilidades al exterior por parte de las filiales extranjeras a sus casas matrices. En
efecto, el flujo de divisas no alcanzó para cubrir su demanda, lo que provocó una aguda contracción
del stock de reservas.
La política económica intentó detener la reducción de reservas mediante diversas restricciones en
el mercado cambiario y el control a las importaciones, junto a otras medidas con menor grado de
eficacia, como el lanzamiento del CEDIN y el BAADE, la implementación de un seguro de cambio
con tasa de interés para los exportadores del complejo agrario, etc. Estas medidas confluyeron con
una política de devaluaciones graduales insuficiente, dada la aceleración del proceso inflacionario,
para revertir la apreciación del tipo de cambio real.
el mercado cambiario y el control a las importaciones, junto a otras medidas con menor grado de
eficacia, como el lanzamiento del CEDIN y el BAADE, la implementación de un seguro de cambio
con tasa de interés para los exportadores del complejo agrario, etc. Estas medidas confluyeron con
una política de devaluaciones graduales insuficiente, dada la aceleración del proceso inflacionario,
para revertir la apreciación del tipo de cambio real.
Bajo esas circunstancias, aumentaron las presiones cambiarias derivadas de la carencia de
divisas. Los exportadores paralizaron sus ventas al exterior y los importadores adelantaron sus
compras (en ambos casos, endeudándose en el sistema financiero local) en busca de maximizar
ganancias futuras, dadas las expectativas creadas en torno a la modificación gradual del tipo de
cambio. Además se reactivó una dinámica financiera a partir de diversos mecanismos (“dólar bolsa”,
contado con liquidación, etc.) que, si bien no implicó pérdidas de reservas, tendió a incrementar la
dimensión del mercado ilegal de cambios. Se trataba de bonos que, comprados en pesos en el
mercado local, se liquidaban en el exterior en dólares, y luego retornaban para ser vendidos en el
mercado informal, dado que el crecimiento gradual del tipo de cambio le aseguraba una renta
extraordinaria.
divisas. Los exportadores paralizaron sus ventas al exterior y los importadores adelantaron sus
compras (en ambos casos, endeudándose en el sistema financiero local) en busca de maximizar
ganancias futuras, dadas las expectativas creadas en torno a la modificación gradual del tipo de
cambio. Además se reactivó una dinámica financiera a partir de diversos mecanismos (“dólar bolsa”,
contado con liquidación, etc.) que, si bien no implicó pérdidas de reservas, tendió a incrementar la
dimensión del mercado ilegal de cambios. Se trataba de bonos que, comprados en pesos en el
mercado local, se liquidaban en el exterior en dólares, y luego retornaban para ser vendidos en el
mercado informal, dado que el crecimiento gradual del tipo de cambio le aseguraba una renta
extraordinaria.
La fuerte devaluación de enero de 2014, junto al alza en las tasas de interés, se inscribe en este
escenario y su tarea es doble: unificar el mercado de cambios (de allí también la flexibilización a la
compra de dólares para atesoramiento) y revertir la tendencia a la apreciación de tipo de cambio real,
para lo cual aletargar la traslación del efecto devaluatorio sobre los precios internos es de indudable
trascendencia.
escenario y su tarea es doble: unificar el mercado de cambios (de allí también la flexibilización a la
compra de dólares para atesoramiento) y revertir la tendencia a la apreciación de tipo de cambio real,
para lo cual aletargar la traslación del efecto devaluatorio sobre los precios internos es de indudable
trascendencia.
Las perspectivas de la economía argentina para el 2014 son complejas. Sin embargo, dado el
actual tipo de cambio, los precios internacionales y la capacidad de almacenaje, es esperable que los
exportadores de granos reactiven sus ventas al exterior entre marzo y abril cuando se incorpore la
nueva cosecha. Ello otorgará un mayor margen de maniobra, pero no resolverá el problema de
fondo. Para ello deben atenderse los aspectos estructurales que tienden a promover un acelerado
crecimiento de las importaciones y, por consiguiente, a acentuar la “restricción externa” que atraviesa
el país. Además, resulta necesario la implementación de políticas sociales y de ingresos expansivas
tendientes a mitigar el impacto recesivo de la devaluación y del alza en la tasa de interés. A la puesta
en marcha del Plan Progresar se deberían adicionar incrementos significativos del salario mínimo, la
Asignación Universal por Hijo y los haberes jubilatorios.
actual tipo de cambio, los precios internacionales y la capacidad de almacenaje, es esperable que los
exportadores de granos reactiven sus ventas al exterior entre marzo y abril cuando se incorpore la
nueva cosecha. Ello otorgará un mayor margen de maniobra, pero no resolverá el problema de
fondo. Para ello deben atenderse los aspectos estructurales que tienden a promover un acelerado
crecimiento de las importaciones y, por consiguiente, a acentuar la “restricción externa” que atraviesa
el país. Además, resulta necesario la implementación de políticas sociales y de ingresos expansivas
tendientes a mitigar el impacto recesivo de la devaluación y del alza en la tasa de interés. A la puesta
en marcha del Plan Progresar se deberían adicionar incrementos significativos del salario mínimo, la
Asignación Universal por Hijo y los haberes jubilatorios.